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En medio del ajetreo cotidiano, a veces olvidamos que el cuerpo no solo es una estructura que nos sostiene, sino también un espacio sagrado donde se manifiesta una inteligencia silenciosa. Observar un ramo de flores secas puede parecer un gesto simple, pero es también una metáfora poderosa de cómo la vida permanece, incluso cuando ya no se ve tan evidente.


Así como esas flores, que una vez frescas ahora se mantienen en equilibrio, forma y armonía más allá del tiempo, nuestro cuerpo guarda una memoria profunda de salud, vitalidad y autorregulación. Incluso en momentos de enfermedad, dolor o desajuste, hay en cada célula una fuerza interna que sigue intentando restablecer el orden perdido. La osteopatía integrativa lo observa: ese pequeño movimiento en la fascia, ese suspiro del tejido que aún busca reorganizarse… eso también es vida en acción.


🔬 Autorregulación: cuando el cuerpo se escucha a sí mismo


La autorregulación es la capacidad inherente del cuerpo para corregirse, adaptarse y recuperar el equilibrio sin intervención externa. Es el principio fundamental de muchas disciplinas que trabajamos en Vital, como la osteopatía, la PNI o la inmunonutrición.


Cuando liberamos una restricción estructural o desbloqueamos una emoción retenida en un órgano, no estamos “curando” desde fuera. Estamos facilitando que esa sabiduría interna vuelva a circular, como un río que encuentra de nuevo su cauce.


A nivel psiconeuroinmunológico, sabemos que el estrés sostenido, el trauma no procesado o una alimentación inflamatoria pueden silenciar esta capacidad de autorregulación. Pero también sabemos que pequeños gestos —una respiración consciente, una infusión bien elegida, una escucha amorosa en consulta— pueden reencender esa llama interior de regeneración.


🌱 Sanar no siempre es moverse rápido: a veces es sostenerse en quietud


La sanación no siempre se manifiesta en acción o en síntomas visibles. A veces el cuerpo se regula en la calma, en lo sutil, en lo que parece estático. Como las flores secas que siguen siendo hermosas aunque no cambien.


Desde la terapia transpersonal, reconocemos que muchos procesos de transformación suceden cuando dejamos de luchar contra lo que es, y simplemente habitamos lo que hay: el cuerpo, el síntoma, el silencio, el presente.


Y así, en la quietud, emerge lo que parecía perdido: la coherencia entre lo que somos, lo que sentimos y lo que el cuerpo nos susurra en cada dolor, cada tensión o cada alivio inesperado.



✨ Escucha tu cuerpo, aún en su aparente quietud


Quizá la invitación de hoy sea simple pero profunda: honrar al cuerpo como honramos a ese ramo seco. Reconocer su memoria, su dignidad, su belleza más allá de lo visible. Entender que dentro de ti hay una fuerza que —aun sin que la controles— sigue buscando volver a la vida.


Porque eso hace el cuerpo cada día: regresarte a ti mismx.

 


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Introducción


Vivimos en un mundo donde todo sucede deprisa. Las pantallas, el ruido, las prisas… Y en medio de esta vorágine, olvidamos algo esencial: nuestro cuerpo no está hecho de bits, sino de células. Células que vibran con el sol, con el agua, con el aire… y con la tierra.

Caminar descalzos, aunque parezca un gesto simple, es en realidad un acto profundo de reconexión con la vida. Una ancla. Una medicina natural. Una forma silenciosa de volver al equilibrio.



Descalzos sobre la Tierra: el arte de reconectar


En un mundo que corre sin pausa, donde lo artificial invade cada espacio, caminar descalzos se convierte en un acto de resistencia amable. Un gesto ancestral que nos devuelve al origen.


Descalzarse no es solo liberar los pies del calzado:

Es despertar la inteligencia del cuerpo, activar los miles de receptores nerviosos que habitan en la planta y que se comunican con el sistema nervioso, con la postura, con la percepción del entorno.


Cuando caminamos sobre roca, tierra o hierba húmeda, algo en nuestro interior se organiza.

El sistema nervioso se regula. La inflamación baja. La mente se aclara.


Este contacto directo con la naturaleza —la piel tocando el mundo sin filtros— no es solo biológico. Es también simbólico. Nos recuerda que pertenecemos a un ecosistema mayor, que no estamos separados de la Tierra, sino profundamente entrelazados con ella.


Por eso, el equilibrio personal nunca es solo personal:

Está influenciado por el entorno, por el aire que respiramos, el suelo que pisamos y cómo lo pisamos.


Salir al bosque, subir una montaña, sentarse en silencio sobre una roca caliente por el sol…

No se necesita tecnología ni rituales complejos. Solo presencia, escucha y respeto.

Y descalzarse, claro.

Para recordar que, a veces, todo lo que necesitamos para volver a nuestro centro… es volver al suelo.



Cierre: una invitación sencilla


Si hace tiempo que no te descalzas sobre la tierra, hazlo hoy.

Busca un rincón de naturaleza, quítate los zapatos y respira.

Permite que la Tierra te hable.


Verás cómo el cuerpo —ese sabio muchas veces olvidado—

recuerda el camino de vuelta.

 
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